El primer paso para descubrir el llamado es hacer un discernimiento vocacional. ¿Hacia dónde Dios me está orientando? Y es importante en este discernimiento darnos un tiempo y un espacio para descubrir bien qué es lo que Dios pide. Sin este paso, no se puede descubrir la vocación, solo dándonos un tiempo y un espacio podremos escuchar a Dios. Luego, los demás pasos serán los medios y deseos que Dios irá poniendo en tu corazón.

También es importante en este camino el acompañamiento espiritual, porque a veces nosotros mismos no sabemos ver solos los signos vocacionales que Dios pone en nuestras vidas. Por eso es importante que una persona externa, puede ser un sacerdote, un religioso o un laico que tenga una vida espiritual profunda, nos ayude a orientarnos más en la vida espiritual para poder descubrir ese llamado.

Otro medio principal, es la oración. Yo escucho a Dios y hablo con él a través de la oración. Por este medio, Dios nos va a ir dando luces para descubrir este llamado. Y teniendo la apertura de corazón podremos ir entendiendo lo que Dios nos va manifestando, esa voluntad que pone en nuestro camino para ser felices.

Por otra parte, los sacramentos también nos ayudan. Son un medio eficaz para crecer espiritualmente e ir encontrando el camino de Dios, porque con los sacramentos me uno más a Dios, y él va dando las gracias especiales que ayudarán a encontrar su voluntad.

Finalmente, otro medio es la meditación de la palabra. Con ella puedo conocer más a Dios y encontrar lo que me está proponiendo. Entender si realmente lo conozco, si realmente vale la pena seguir escuchando las propuestas que me va poniendo y nos ayudará a darnos luces.

Necesitamos tener luz en los ojos, la luz de la fe, para poder ir descubriendo los deseos que Dios va poniendo en el corazón de cada uno, por medio del discernimiento, la oración, la lectura de la palabra, el acompañamiento y los sacramentos. También, a veces, los miedos y las dudas hacen que nos paralicemos y que no queramos continuar para descubrir el llamado. Debemos tener apertura de corazón para lo que Dios vaya manifestando dentro de nuestra vida y por amor hacer su voluntad.

Fuente: Religiosas Franciscanas de Nuestra Señora del Buen Consejo

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